La Estación Termal de San Nicolás disfruta de unas aguas mineromedicinales que ya fueron apreciadas por los romanos, que ocuparon esta zona, como por los árabes. Sería en la dominación musulmana cuando esta zona alcanzaría su primer esplendor. Un historiador de la época glosaba las aguas de Alhama en estos términos: “No había fuentes termales comparables a esta en toda la tierra conocida en cuanto a su perfecta construcción y a la calidez de sus aguas. Los enfermos iban a ellas desde todas partes quedándose allí hasta que se recuperaban de las enfermedades”.
Sus baños serían reconstruidos tras el grave terremoto de 1522 que causó graves daños en el edificio. Tres siglos más tarde, en 1877 se crea la sociedad “Balneario de San Nicolás” y se realiza la segunda fase de reconstrucción del edificio. Actualmente es un establecimiento con una consolidada oferta que, desde 1997 se ha ido adaptando a las exigencias de sus clientes, para garantizar así el mejor de los servicios.
Las aguas del Balneario San Nicolás, atendiendo a su mineralización predominante, son consideradas bicarbonatadas, sulfatadas, cálcicas, magnésicas, ferruginosas y radiactivas. Ingeridas aportan alivio a problemas urinarios como hiperuricemias, calcelosis y afecciones renales así como problemas digestivos como gastritis, ulceras, hepatopatías o litiasis biliar, entre otros. Es beneficioso su uso también para el aparato respiratorio (asma, rinitis, bronquitis crónica…) y para el locomotor en casos de artrosis, artritis, lumbago o ciática, entre otros.
