La obra supone un recorrido cronológico por la historia de la hidrología médica, imprescindible para entender el presente de esta disciplina, cuyo futuro debe agradecer y saber valorar en su justa medida el esfuerzo, la ilusión y la entrega de los pioneros de la Cátedra de Hidrología Médica de la Universidad Complutense. Estos profesionales de la medicina construyeron el pilar científico y docente en el que se ha apoyado gran parte del crecimiento de la especialidad hasta nuestros días, cuyos avances se publican periódicamente en la serie Balnea, siendo su séptimo número este compendio.
Entre los apartados de esta obra cabe destacar los firmados por J. Antonio Rodríguez Sánchez, quien repasa la figura del pionero Dr. Hipólito Rodríguez Pinilla y sus maniobras para constituir oficialmente la cátedra; el de Concepción Cuenca González, sobre las aportaciones de José San Román Rouyer; el que versa sobre Manuel Armijo Valenzuela y está firmado por Francisco Armijo Castro; y el dedicado a Josefina San Martín Bacaicoa que está escrito por Francisco Maraver Eyzaguirre, uno de los mayores especialistas en hidrología de la actualidad y coordinador de la edición del libro.
Los orígenes de los estudios de Hidrología se remontan al año 1866, cuando entraron a formar parte de las asignaturas cursadas en la licenciatura de medicina bajo la denominación de “Ampliación de la Terapéutica y Farmacología. Hidrología Médica”. Tiempo atrás, la regulación del Cuerpo de Médicos de Baños y la publicación de los Anales de la Sociedad Española de Hidrología Médica supusieron factores decisivos para el desarrollo de esta rama científica en España.
Las reivindicaciones del cuerpo de Médicos de Baños, incluidas como punto del día en su asamblea de 1905, que consideraban deficitaria la formación y regulación de la especialidad, propiciaron la instauración de una Cátedra específica de Hidrología. Tras varios años de negociaciones con el gobierno se logró la creación de la Cátedra en Hidrología Médica, regulada a través del Real Decreto de 5 de enero de 1912 que la reconocía con el carácter de libre elección dentro de la categoría de doctorado.
