El deshielo de las cumbres de Sierra Nevada, fusionado con las ocasionales lluvias han convertido históricamente a Lanjarón en un lugar privilegiado, donde el Agua Mineromedicinal es un bien preciado de extrema pureza que, debido a las circulaciones profundas y lentas de la tierra, consigue unas Aguas termales con unas características exquisitas.
Los mozárabes fueron los primeros en dar cuenta de las bondades de esta agua cristalinas, de propiedades mineromedicinales únicas que, allá por el siglo XIII, encandilaron a sus pobladores. ‘Al-Lancharon’, que en el idioma bereber significa “lugar de manantiales”, fue el término elegido por los árabes para nombrar esta zona.
Desde entonces, las bondades de las Aguas de Lanjarón han sido muy populares, tal es así que ya desde el año 1770 las buenas nuevas sobre sus propiedades saludables son reconocidas. El siglo XIX será, sin embargo, el momento de gran apogeo de las termas de Lanjarón, y es en ese periodo cuando éstas se impulsan de forma terapéutica y continuada.
Las sucesivas Exposiciones Internacionales que se van sucediendo en esos momentos, como la de París de 1878 o Barcelona 1888 serán el gran embajador de los manantiales de Lanjarón, hasta el punto de darlo a conocer a escala nacional e internacional. Aquella muestra de la ciudad parisina otorgaría al Balneario de Lanjarón la medalla de plata en su categoría, una de los mejores premios posibles.
Cuentan las historias de entonces que fue un enfermo desahuciado el que ‘propagó’ sus bondades, tras beber de estas Aguas y quedar sano. Tal repercusión tendría este suceso que desde entonces la popularidad de estos manantiales fue creciendo cada vez más. Nadie ponía ya en duda su inmensa variedad y riqueza de minerales.
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